Por Pax Dettoni (Antropóloga, experta en Educación Emocional y creadora de “En Sus Zapatos”. Directora de la Asociación Teatro de Conciencia).
“Le grité y le dije cosas espantosas. Luego me marché dando un portazo. Ahora no me habla”.
Si te ha pasado algo parecido durante el confinamiento con algún miembro de tu familia, puedes tranquilizarte, tiene solución.
Seguro que tenías tus razones para hacer lo que hiciste y en ese momento pensabas que ese comportamiento era el que merecía, sin embargo, ahora que ya se te ha pasado el enfado -al menos un poco- te das cuenta de que no estuvo bien tu “performance”. Vale, primer paso para la solución.
En ningún caso esta solución pasa por rebobinar y volver atrás, lamentablemente la película de la vida no lo permite. Ahora lo único en lo que puedes incidir es en tu presente y tu futuro.
Nos centraremos primero en tu presente.
Es probable que sientas una especie de vergüenza interna, mezclada con culpa o enfado hacia ti mismo por lo que ha ocurrido y quisieras que no hubiera pasado. Algunos a este estado emocional lo llaman arrepentimiento, puedes llamarlo así o de otro modo. Lo importante es que lo reconozcas y lo sientas.
Estas emociones no te sirven para que te ahogues en ellas, sino para que te muevas. Recordemos que la palabra emoción, viene del término “emovere” en latín que quiere decir movimiento. El destino al que te empuja el arrepentimiento es doble.
Te sientes como te sientes porque objetivamente tu comportamiento fue agresivo y poco empático con la otra persona. Sí. Con humildad puedes aceptar esto, a la vez que aceptas que eres un ser humano con luces y sombras, que no eres perfecto y que en esta ocasión te has equivocado.
Conviene recordar que tenemos derecho a equivocarnos, y muy a nuestro pesar ocurre. Cuando aceptas esto de corazón el arrepentimiento, culpa o vergüenza empiezan a aliviarse, porque estás dando inicio a un bello proceso: el del auto perdón.
Perdonarse a sí mismo con amor y aceptación es el primer paso en este momento presente.
Después estarás en grado de pedir perdón a la persona con quién te comportaste de ese modo. Ya, ya lo sé, no es fácil pedir perdón. Y tampoco se lleva. Puedes no hacerlo por supuesto, sin embargo, te recomiendo que lo hagas porque “pedir perdón” o decir “lo siento” auténticamente tiene un poder enorme para recomponer relaciones.
Cuando pides perdón, la persona que lo recibe siente su dolor comprendido y se siente además reconocida por ti. Tiene este acto un efecto parecido al de la mercromina, ayuda a que cicatrice la herida emocional, abriendo así las puertas a la reconciliación.
Si acompañas este perdón de un “¿puedo hacer algo para reparar el daño que te he hecho?” todavía mejor para curar la herida en la otra persona y darte la posibilidad de compensar tu comportamiento, que como ya hemos visto no ha sido el más apropiado.
La otra persona puede que tome su tiempo para perdonarte del todo, entonces acuérdate de llevar contigo siempre la paciencia, te hará la espera más corta.
Pero la solución no acaba aquí, no. Ahora nos toca centrarnos en el futuro.
Con humildad has aceptado que te equivocaste. Y con humildad te toca aceptar que te puede volver a pasar. Por tanto, tendrás que explorar qué medidas tomar para en una próxima ocasión similar comportarte de otra manera.
En ese sentido permíteme otro consejo, respira profundamente cuando veas que te estás enfadando mucho y retírate de la situación si ves que no vas a poder dar otra respuesta que no sean los gritos o malas formas. Espera a que el enfado se te haya pasado y luego retoma la situación para solucionarla hablando y llegando a acuerdos.
De todas formas, en esta misma sección de “Educación Emocional para tiempos de crisis (o no)” tienes muchas cápsulas que te ayudarán a diseñar una nueva estrategia para afrontar las situaciones que te provocan mucha rabia.
Que la teoría es fácil y la práctica difícil, lo sé. Sin embargo, cuanto más practicamos, más diestros somos.