Estás castigado o dame otra opción

Por Gema Eizaguirre. Periodista y Responsable de Comunicación de Teatro de Conciencia.

Si pensamos en el castigo nos podemos remontar hasta La ley del talión (al ojo por ojo) del que ya habla el libro del Éxodo. En educación y crianza, algunos foros, señalan al italiano Roberto Nevilis, como el profesor que instauró en 1905 los deberes como forma de castigar a sus alumnos.

Todavía en el siglo XXI el castigo sigue siendo el rey de las soluciones a pesar su demostrada ineficacia y de ser antieducativa. “Con el castigo enseñamos que causar dolor al otro está permitido siempre que seas más fuerte que el otro y tengas más poder”, explica Anna Carpena, maestra con postgrado en Pedagogía Terapéutica y experta en Educación Emocional.

“El objetivo del castigo es escarmentar con dolor para corregir conductas. Y esto incluye también la venganza. Si tú tienes una mirada positiva de la vida y quieres que los niños también la tengan, no te puedes quedar tan solo con el castigo”, asegura Carpena, como algo experimentado en sus más de 30 años de docencia.

“Con el castigo enseñamos que causar dolor al otro está permitido siempre que seas más fuerte que el otro y tengas más poder”

Pero generaciones y generaciones de padres, madres, educadores… siguen practicando asiduamente esta técnica del castigo como si fuera la única opción. En muchos casos, porque no se conoce otro modo de hacer ya que “reproducimos lo que hemos vivido a no ser que tengamos unos recursos muy fuertes que hemos practicado”. “Un punto clave –continúa la experta– que proporcionamos a los niños es precisamente la educación que hemos recibido nosotros. Si tú has crecido en un medio en el que se te ha conducido a cambiar de una manera positiva, creyendo en ti y corrigiendo de una manera restaurativa tus errores, es lo que tú también tenderás a reproducir”.

Clave la empatía

Nadie dijo que fuera fácil dejar atrás la frase: “Estás castigado”. Y la misma sociedad es la que también nos pone obstáculos, “vivimos en una sociedad, eminentemente punitiva y violenta”.

Debates televisivos con el insulto por delante, incluidos realizados en el Parlamento, películas y videojuegos que premian la muerte. Según un estudio de la Asociación Española de Videojuegos (AEVI) el 80% de los videojuegos de mayor éxito tienen a la violencia como denominador común.

Ante este panorama ¿cómo educar de una manera constructiva cuando un niño o joven tiene un comportamiento inadecuado? La alternativa que propone y difunde Carpena, con un gran resultado de éxito, es la de hacerles conscientes del daño causado y enseñarles a reparar. Lo que se denomina “práctica restaurativa”.

Este modo de actuar y educar lo enseñan programas como “En Sus Zapatos: Un Espacio de Empatía Activa” que ha difundido este modo de educar justa y positiva entre más de 5.000 alumnos, docentes y familias de más de 57 centros escolares en la Comunidad de Madrid. Un programa de la Asociación Teatro de Conciencia, en el que Anna Carpena participa como asesora de contenidos.

Carpena insiste en que no se trata de imponerles y decirles: “Pues como le has pegado ahora tienes que…”. “Consiste en sustituir el ‘tener que’ por el ‘querer’. No es que los niños tengan que entender que hay que reparar, sino conseguir que los niños quieran reparar. Y este cambio cuando se da, es maravilloso”.

En este proceso formativo “hay que partir de la bondad del niño, que a veces emplea la violencia, porque no sabe hacer las cosas de otra manera. Porque los niños no quieren portarse mal, no quieren ser malas personas, desean ser buenos. Entonces cuando se lo facilitas y le das la oportunidad de reparar lo que han hecho mal, al principio puede haber cierta reticencia, porque no hay confianza en el adulto que le está pidiendo esto tan extraño que los demás no piden. Te ven como un marciano que no castiga, pero luego lo acogen. A la que entran y lo aprenden, lo agradecen y llegan a borrar de su vocabulario el castigo y el castigar, y lo sustituyen por el dialogo y el ‘vamos a hablar’”.

Para poder llegar al menor y apostar por esta forma de educar, indica que es fundamental “fomentar la confianza”. “Pensar que los demás son parte del problema, pero también son parte de la solución”, dice Carpena, autora del libro “La empatía es posible”.

Y nos señala estas pautas para el cambio de chip de padres y educadores:

1-De entrada hay que desearlo. Desear que tu hijo/alumno no sea una persona punitiva. Ver la bondad que tiene este método y que también transforma a las personas. Las actitudes negativas y los comportamientos erróneos también se modifican, pero tú deseas que no sea a través del castigo.

2-Se tiene que aprender, empezando en la confianza y que él crea en ti. Que no crea que queréis hacerle daño, pero sí que le vas a pedir que sea una persona responsable y que modifique sus conductas; y que sepa que le vas a ayudar.

3-Ayudar a que muestren sus emociones de otra manera, porque a veces las manifestaciones de conductas erróneas no son más que reflejo de unas emociones que están encalladas.

4-Practicar el preguntarles: ¿cómo te has sentido tú al hacer esto?, ¿cómo se ha sentido el otro?, ¿cómo hubieses podido actuar de otra forma? y ¿qué puedes hace ahora? Y a los niños les encanta…

"Debemos eliminar ese: ‘Pídele perdón’, que está vacío de contenido y de sentimiento".

Cómo reparar el daño

Después de que el menor es consciente de lo que ha hecho y el daño causado, está el tema de reparar el daño. “La reparación la tienen que encontrar ellos… y la encuentran”. Y señala que no es pedir perdón de carrerilla como algo vacío y obligado, como protocolo social. “Ese: ‘Pídele perdón’, que está vacío de contenido y de sentimiento”. De su experiencia recuerda multitud de ejemplos como cuando piden escribir una carta y explicarle porque lo hizo o un dibujo en el que el ofensor y ofendido se están abrazando. Estos encuentros positivos entre las personas con las que hay rencillas hacen que la convivencia se positivice y se mejore la confianza muchísimo”.

El compromiso del docente

En el ámbito de la escuela, Carpena reconoce su dificultad, experimentada por ella durante muchos años, y señala que en parte depende del compromiso del docente en la educación. “Es importante sustituir la pasividad por la actitud comprensiva y comprometida. Si tú castigas, el niño cumple el castigo y se acabó; yo no me he comprometido en nada. Mientras que, si haces que reflexione, que comprenda sus emociones, que comprenda las del otro, y le preguntas: ¿Cómo vas a proceder otra vez? Y le ofreces tu ayudar… Esta es una actitud constructiva y comprometida”.

En conclusión, esta práctica restaurativa va más allá de técnicas o manuales de uso, es señala Carpena: “un posicionamiento en la vida”. “La práctica restaurativa no es solo una manera de dar respuesta a una situación conflictiva, sino que es una filosofía de vida basada en el pacifismo. Y si tienes una posición en la vida de pacifista no podrás entrar en la dinámica punitiva porque ya no cuadra con tu objetivo de vida”.

 

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