Por Pax Dettoni (Antropóloga, experta en Educación Emocional y creadora de “En Sus Zapatos”. Directora de la Asociación Teatro de Conciencia).
Aunque a veces te cuestiones si eres buena madre, recuerda que eres la mejor madre que tu hijo o hija necesita.
Esta no es una frase hecha, es así.
El amor que sientes hacia tu hijo o hija es infinito y una manera que tienes de mostrarlo es intentar convertirte en la mejor versión de madre, según tus estándares. Y eso está muy bien, es muy loable, pero no te ayuda en nada.
No te ayuda fundamentalmente porque, la exigencia para ser una súper madre 24 horas al día y dar lo mejor de ti en cada uno de los desafíos que la crianza supone no llega sola. Esa exigencia viene acompañada de la culpa de no llegar a ser la buena madre que desearías.
Desde la Asociación Teatro de Conciencia hemos estado ofreciendo un servicio telefónico, Teleconvivencia (teleconvivencia@teatrodeconciencia.org), para ayudar a las familias a gestionar conflictos con los hijos durante estos días de confinamiento. Hemos atendido cuestiones de diferente índole como son los celos entre hermanas, la indisposición para hacer los deberes, o para levantarse de la cama, o para contribuir en las cuestiones domésticas, o para dejar de jugar a los videojuegos, y también sobre cómo acompañar en la pérdida de un familiar. Sin embargo, a pesar de la diferencia aparente en las consultas ha habido una variante que se ha mantenido en el 100% de los casos: la culpa por no estar haciéndolo bien.
Es decir, para la totalidad de las madres –todas las consultantes fueron madres a excepción de un padre– en el fondo de su consulta residía el miedo a no estar siendo una buena madre y la tentación de atribuirse el comportamiento, o desidia de sus hijos, como su propia responsabilidad.
¿Qué he hecho yo mal para que mis hijas se peleen todo el tiempo?
¿Qué he hecho yo mal para que mi hijo me hable sin respeto?
¿Qué he hecho yo mal para que ninguno de los dos me ayude?
¿Qué he hecho yo para merecerme esto?
Si como a ellas, te han asaltado estas preguntas en forma de pensamientos destructivos, la respuesta que tienes que saber darte a ti misma es:
NADA. No he hecho nada mal. Mi amor por mi hijo/a es infinito y soy la mejor madre que puede tener. También soy persona y algunas cosas la he hecho bien, otras quizás no tanto, lo importante es que aprendo en el proceso.
Este mantra puede servirte al principio hasta que sientas su significado en el corazón, después ya completamente integrado en ti, la culpa no tendrá espacio. Porque eres siempre la mejor versión de madre que puedes ser, y eso es suficiente. Confía en ti.
A las madres que hemos atendido, les hemos sugerido que ante todo se traten con cariño y respeto a sí mismas, que se reconozcan como las mejores madres para sus hijos y que abandonen las exigencias idealistas. La culpa merma y nos aleja del amor en cualquier situación.
Sin embargo, también a estas madres les hemos sugerido que después de validarse a sí mismas, se hagan las siguientes preguntas:
¿Qué esperas de tu hijo o hija?
¿Su comportamiento coincide con lo que tú esperas de él o ella?
¿Qué crees que necesita de ti? ¿Se lo has preguntado?
Puedes hacértelas tú también. Quizás descubras que las mismas exigencias de súper madre que tienes puestas en ti misma, las tengas también en tu hijo o hija. De hecho, es lo más normal.
En el momento que aceptas que siempre eres la mejor versión de ti misma, empiezas a aceptar que tu hijo o hija es también la mejor versión de si mismo. Desde esa confianza y aceptación, en ambas direcciones, es más fácil poner límites y normas que sean respetados, así como lo es llegar a acuerdos para distribuir tareas del hogar u horarios de convivencia.
Y lo que poco a poco cambia, es la mirada, que pasa a ser más empática y, las formas, que pasan a ser más afectuosas, amables y respetuosas en la comunicación. Cambia el clima de la convivencia, pasando de la tensión al cariño.
Tu hijo o tu hija es único, valioso e importante, como lo eres tú. Sin duda, es tuyo de alguna manera, pero también de alguna manera no lo es. Y su destino, como lo es el tuyo, es crecer para convertirse en un ser humano libre, autónomo, responsable y bueno. Siempre ambos en la mejor versión de sí mismos con las circunstancias de cada momento.
Y recuerda, así como es cierto que eres la mejor madre que tu hijo o hija necesita, también es cierto que él o ella es para ti el mejor hijo o hija que tú necesitas.
Confía en ti. Confía en él o en ella.