Encuentros con mi canción

Por Diana Batanero (Docente y facilitadora del programa de convivencia "En Sus Zapatos").

En estos momentos de tanto cambio y de tanta incertidumbre exterior, puede ser que nuestra mente no pare quieta. Quizás, la notamos agitada, inquieta, confundida, buscando continuamente soluciones. Toda esta inquietud y distracción mental es agotadora. Acabamos por tener dolores de cabeza e irritabilidad constante o de forma irregular.

¿Quién de entre nosotros no ha comprobado alguna vez, en alguna noche de insomnio, como la mente viaja de un pensamiento a otro sin ningún hilo conductor? Y es que la mente, si no logramos aquietarla, constantemente “come” pensamientos. Ese es su alimento, el pensar constante.

Nosotros podemos elegir que ese alimento mental sea comida basura, pensamientos dañinos, o comida sana, pensamientos cuidadores, ya sea para mí o para los demás.

En esta cápsula os propongo que creemos en nuestra casa un lugar para descubrir y recordar pensamientos o experiencias acerca de nosotros mismos y de los otros, que nos ayuden a “alimentar” nuestra mente de forma saludable y a sentirnos cada vez, más amables con nosotros mismos y con los demás.

Antes de empezar con la actividad, os invito a leer este cuento y a reflexionar unos minutos sobre su contenido. Podéis hacerlo de forma individual, con la familia o con amigos. Después, sería interesante compartir con los demás, las frases que más os han llamado la atención del cuento y por qué.

Ahí, lo tenéis. ¡Espero que lo disfrutéis!

LA CANCIÓN DE LOS HOMBRES

Escrito por Tolba Phanem, poeta africana

Cuando una mujer, en algunas tribus de África, sabe que está embarazada, va al bosque con algunas amigas y juntas oran y meditan, hasta que pueden oír la canción del niño concebido.

Saben que cada alma tiene sus propias vibraciones y éstas expresan el sabor y la finalidad del nuevo niño. Cuando las mujeres sintonizan la melodía de la canción la cantan y la cantan. Después, vuelven a la tribu y se la enseñan a todos sus miembros.

Cuando el niño nace, la comunidad se reúne y le canta su canción. Más tarde, cuando el niño comienza su educación, el pueblo se reúne y canta la canción del niño. Cuando pasa los ritos de iniciación a la vida adulta y cuando contrae matrimonio, la persona escucha su canción.

Finalmente, cuando el alma va a dejar este mundo, la familia y el pueblo se reúnen por última vez alrededor de su cama, y le cantan su canción.

En esta tribu africana hay otra ocasión en la que todos cantan al niño. Si a lo largo de su vida esta persona comete un crimen o un acto antisocial, el individuo es llamado al centro del pueblo, y todos formando un gran círculo, le cantan su canción.

La tribu reconoce que la corrección por la conducta antisocial no tiene que ser un castigo sino un acto de amor y el recordatorio de su identidad. Cuando uno reconoce su propia canción, no tiene deseo ni necesidad de hacer nada que perjudique a los otros.

El amigo conoce tu canción y te la canta cuando la has olvidado.

Las personas que te aman no se dejan engañar por tus errores, te recuerdan tu belleza cuando te sientes feo; tu inocencia cuando te sientes culpable y tu finalidad cuando te sientes confundido.

La vida tiene que recordarnos siempre cuando estamos en sintonía con nuestra canción original y cuando no lo estamos.

Ahora, os propongo crear un espacio en casa que nos permita encontrar nuestra canción. Un lugar al que acudir para descubrir y cultivar el ser bueno, bello y verdadero que vive en nosotros. Este ser al que vamos a comenzar a tratar con amabilidad. Será un sitio para palabras o actividades que nos llenen de confianza y seguridad. Sería algo similar a construir un templo interior donde sentirnos seguros, esperanzados, queridos, aceptados, sanos, llenos de confianza y de energía. ¿Lo intentamos?

  1. Podemos empezar poniendo un nombre a nuestro lugar especial. Yo le he llamado: “MI JARDÍN”, porque un jardín necesita de muchos cuidados para que sus plantas florezcan. Vosotros podéis usar cualquier otro lugar que os inspire: una isla, una playa, un lago, una cabaña, un palacio, la luna…
  2. Luego, escogeremos el lugar físico donde queremos ubicar nuestro JARDÍN o espacio especial. Puede ser cualquier lugar de la casa que nos permita estar tranquilos y en calma. También, puede ser creado en un cesto o caja que nos permita transportarlo según nuestras necesidades.
  3.  Ahora será el momento de elegir qué elementos queremos en este lugar. Allí depositaremos cualquier objeto que nos permita sentir calma, seguridad y que nos invite a la introspección. Además, para construir nuestra canción colocaremos palabras, frases, carteles o imágenes que nos recuerden la persona buena, bella y verdadera que soy:

-Nuestros dones o habilidades.

-Lo que regalo a los demás con mi presencia o con mi forma de ser.

-El paisaje o color que soy.

-Momentos agradables, plenos, satisfechos, gratificantes, felices…

-Imágenes o fotos de personas, lugares, animales… con los que nos sentimos alegres, aceptados, agradecidos, queridos.

-Canciones, músicas, libros, poesías o textos que inviten a la calma o inspiren bondad, seguridad y confianza.

-Actividades creativas o artísticas con las que disfrutamos: escuchar o interpretar música, cantar, bailar, dibujar, leer poesía o prosa, escribir, pintar, modelar…

-Cualquier otra faceta de tu ser que para ti sea importante de recordar.

Y ya estamos listos para recurrir a nuestro lugar especial cada vez que necesitemos cantarnos nuestra canción, sobre todo, esas veces que la tristeza, la rabia, el miedo u otra emoción dañina nos visite.

Nuestra canción, que podremos recordar gracias a los objetos del jardín, nos dará la confianza, seguridad, amor, coraje, firmeza y esperanza que necesitamos en ese momento. Gracias a la canción, a nuestro jardín, podemos recuperar la confianza en nosotros mismos.

Espero que seáis muy felices en vuestro jardín. Y que podáis ayudar a los pequeños de la casa a elaborar su propio jardín y a aprender a cantarse su canción.

NADA. No he hecho nada mal. Mi amor por mi hijo/a es infinito y soy la mejor madre que puede tener. También soy persona y algunas cosas la he hecho bien, otras quizás no tanto, lo importante es que aprendo en el proceso.

Este mantra puede servirte al principio hasta que sientas su significado en el corazón, después ya completamente integrado en ti, la culpa no tendrá espacio. Porque eres siempre la mejor versión de madre que puedes ser, y eso es suficiente. Confía en ti.

A las madres que hemos atendido, les hemos sugerido que ante todo se traten con cariño y respeto a sí mismas, que se reconozcan como las mejores madres para sus hijos y que abandonen las exigencias idealistas. La culpa merma y nos aleja del amor en cualquier situación.

Sin embargo, también a estas madres les hemos sugerido que después de validarse a sí mismas, se hagan las siguientes preguntas:

¿Qué esperas de tu hijo o hija?

¿Su comportamiento coincide con lo que tú esperas de él o ella?

¿Qué crees que necesita de ti? ¿Se lo has preguntado?

Puedes hacértelas tú también. Quizás descubras que las mismas exigencias de súper madre que tienes puestas en ti misma, las tengas también en tu hijo o hija. De hecho, es lo más normal.

En el momento que aceptas que siempre eres la mejor versión de ti misma, empiezas a aceptar que tu hijo o hija es también la mejor versión de si mismo. Desde esa confianza y aceptación, en ambas direcciones, es más fácil poner límites y normas que sean respetados, así como lo es llegar a acuerdos para distribuir tareas del hogar u horarios de convivencia.

Y lo que poco a poco cambia, es la mirada, que pasa a ser más empática y, las formas, que pasan a ser más afectuosas, amables y respetuosas en la comunicación. Cambia el clima de la convivencia, pasando de la tensión al cariño.

Tu hijo o tu hija es único, valioso e importante, como lo eres tú. Sin duda, es tuyo de alguna manera, pero también de alguna manera no lo es. Y su destino, como lo es el tuyo, es crecer para convertirse en un ser humano libre, autónomo, responsable y bueno. Siempre ambos en la mejor versión de sí mismos con las circunstancias de cada momento.

Y recuerda, así como es cierto que eres la mejor madre que tu hijo o hija necesita, también es cierto que él o ella es para ti el mejor hijo o hija que tú necesitas.

Confía en ti. Confía en él o en ella.

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