Escuchar de forma empática es posible

Por Claudia Rodríguez Pacho. Docente y facilitadora del programa de alfabetización emocional “En Sus Zapatos”.

Actualmente vivimos un momento en el que nos falta el contacto físico entre las personas, algo tan necesario y al que nuestra cultura nos tiene tan acostumbrados. Tenemos limitados esos abrazos, esos besos o esas palmaditas en la espalda que forman una parte esencial de nuestra manera de comunicarnos. Por ese motivo, ahora más que nunca, necesitamos el contacto emocional para sentirnos arropados y comprendidos. Para ello, es esencial saber escucharnos los unos a los otros de una manera empática, real, con la que seamos capaces de ponernos en los zapatos del que nos habla, donde estemos presentes y tengamos la voluntad escuchar, sin juicios.

La escucha empática no es automática, sino que requiere de práctica, ya que nuestra tendencia es la de aconsejar, educar o compadecernos cuando escuchamos.

Para la persona escuchada es muy importante sentirse respetada, valorada y validada en lo que piensa, siente o necesita. También es muy importante dedicar un tiempo a la escucha en silencio, de manera que la persona que habla pueda transitar sin prisa por sus pensamientos y desgranar las emociones que va sintiendo.

Si nosotros practicamos la escucha empática en nuestro día a día estaremos invirtiendo en la creación de una sociedad emocionalmente más estable, mejorando la convivencia y, por tanto, estaremos también apoyando la construcción de una cultura de paz en nuestra sociedad.

ACTIVIDAD PARA PRACTICAR LA ESCUCHA EMPÁTICA CON NIÑOS Y NIÑAS:

-Establecemos turnos para hablar y escuchar en parejas.

-Uno de los niños de la pareja cuenta una historia durante varios minutos. El otro, lo escucha, mirándole a los ojos en silencio.

-Cuando el interlocutor termina de contar la historia, el niño que escucha deberá hacerse estas tres preguntas:

  1. ¿Qué nos ha contado?
  2. ¿Qué emoción sentía?
  3. ¿Identificamos alguna necesidad?

-Después, se las contará a su compañero para comprobar si le ha comprendido bien o si por el contrario, le ha malinterpretado.

También tendremos en cuenta el lenguaje corporal, que nos dice mucho del mensaje y debe formar parte de la escucha que realizamos. Por ese motivo, también debemos aprender a escuchar al cuerpo y fijarnos si la posición o los gestos del interlocutor nos dicen algo.

¿Hay concordancia entre lo que nos decía su cuerpo y el mensaje?

¿Los gestos de la cara respondían a la emoción que hemos identificado?

¿Hemos apreciado matices estando en silencio que interrumpiendo, quizá, hubiésemos pasado por alto?

¿Creemos que el silencio del oyente ha dado pie a que el interlocutor hable más abiertamente y ordene sus ideas?...

Todas estas preguntas pueden ser objeto de reflexión una vez terminado el ejercicio.

De esta manera, podemos ir poco a poco aprendiendo a escucharnos y sobre todo, y más importante, a entendernos.

Nosotros, como adultos, deberemos practicar esa escucha empática con los niños, pues es con nuestro modelo con el que ellos aprenderán.

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